miércoles, 8 de junio de 2011

7.

- Aquí tienes amigo… Eleanor aparece con mi petición en las manos, sobre un sucio plato. Lo coloca sobre la barra con sumo cuidado, en una actitud absolutamente servil pero al mismo tiempo natural, cotidiana, como si no supiera hacer las cosas de otro modo… como si la hubieran enseñado a fuerza de golpes a mantener ese rictus esclavo. Acto seguido se vuelve con un pequeño respingo y los ojos húmedos, enrojecidos, las lágrimas intentan romper la barrera de lo obvio, como una sutil llamada de atención, y brotar desbordadas sobre sus carnosas mejillas. Ha sido humillada una vez más, tratada como un perro, igual que en tantas otras ocasiones, ocasiones que puedo ver claramente como se observan los círculos concéntricos en el tronco de un árbol cortado. ¿Cuál es el generador de ese sufrimiento perpétuo? ¿La válvula de su desesperación que se abre tan habitualmente? No hace falta ser un lince; asomado por la ventana de la cocina se encuentra su marido, pareja, compañero o verdugo, observándola con despreciable desdén, disfrazado de retorcida marioneta infernal con un delantal grasiento…

miércoles, 1 de junio de 2011

6.

- Eleanor, por favor, serías tan amable de servirme una hamburguesa doble? No sólo vivo de whisky…
Mi sonrisa es forzada, y la despliego de manera condescendiente, ofrecida casi como una mínima limosna.
- Por supuesto, 5 minutos amigo!- responde solícita, cambiándole el semblante a peor cuando se da la vuelta y se dirige a la cocina… ¿En qué nido de infectas cucarachas me he metido? Fusilo con una rápida mirada a los todos y cada uno de los presentes en esta siniestra caja de suciedad y se me antoja que parecen muertos soñando con la vida, caras lánguidas y almas grises bebiendo sus cafés, comiendo ávidamente sus desayunos, masticando con la boca abierta sus miserias y escupiendo al suelo todas y cada una de sus ilusiones de un salivazo negro, denso y pegajoso… ¿acaso valen algo, siquiera un mísero centavo todas esas vidas juntas? Deseo con toda mi alma no volver a verles jamás, aunque seguramente algún día, no demasiado lejano nos encontremos todos en el mismo infierno. Un infierno que estará repleto, doy fe… no me apetece arder sólo.