lunes, 17 de octubre de 2011

10.

Intento dejar de pensar en ello, trato de apartar el ardiente deseo de hacerlo, de aniquilar esa vida despreciable. Quiero pensar que no soy perfecto en absoluto, y que a mi manera también soy culpable de multitud de actos miserables. Dejo cinco dólares en la barra y salgo fuera, necesito fumar un cigarrillo, mis pulmones negros solicitan con nerviosa desesperación el combustible que me ayuda a tranquilizarme cuando las cuerdas se tensan demasiado. Fuera de ese nido de miseria el exterior arde, como mi cabeza, como lo que llevo dentro y se retuerce por salir, y me siento en unas viejas escaleras de madera, bajo el cochambroso depósito de agua que se encuentra junto a un largo tiempo abandonado apeadero. Enciendo de un golpe de mecha y gasolina a mi amigo de diez minutos. Una calada y la sangre comienza a correr más despacio, al menos aparentemente. Los recuerdos vienen a la mente, recuerdos de personas a las que amé, a las que herí y a las que de alguna manera anulé.

viernes, 16 de septiembre de 2011

9.

Devoro ávidamente mi hamburguesa, pero lo que realmente mastico furiosamente es el corazón del mezquino, y lo que trago con ansia es la rabia que quema en estos momentos mis venas como aceite hirviendo. Sería fácil, extremadamente sencillo saltar la barra en la que reposo, entrar en esa mugrienta cocina y acabar certeramente con la vida de un insecto más, no sería la primera vez, ni mucho menos, y los remordimientos hace tiempo que dejaron de marcar mi propio código personal. Cada trozo de carne que resbala por mi garganta es una manera diferente de anular la existencia de esa suerte de persona, cada cual más terrible que la anterior, pero aún así no tanto como la crueldad que se encuentra agazapada como una bestia hambrienta en el alma de esa escoria. ¿Cómo se puede ser capaz de aplastar, humillar, herir y destruir la voluntad y la integridad física de una muñeca inocente, romper un día tras otro la porcelana para observar con deleite como fluye su sangre, aunque por otro lado su vida valga menos que el plato del que en estos precisos momentos doy cuenta?...

lunes, 12 de septiembre de 2011

8.

Adivino que al caer la noche y cuando la madrugada abrace con su sobrecogedora y fría densidad, en el mismo momento en el que el bar cierre sus puertas, se abrirán las llagas que nunca se cierran y supuran dolorosamente de manera perpetua. Y puedo imaginar sin temor a equivocarme que cuando desaparezcan las miradas curiosas y todos los cadáveres etílicos hayan marchado a sus ataúdes en alguna parte del desierto comenzará la verdaderamente dura jornada diaria de Eleanor. El ser violento y retorcido que maltrata abrirá su temida caja del dolor, y regalará una buena y abundante ración a la rolliza camarera. Puedo comprender entonces su desesperación, puedo olfatear perfectamente el cotidiano terror que habita en ella y al que nunca podrá acostumbrarse, puedo entender cada lágrima que lucha por huir y cada grito de auxilio que me dispara mentalmente… Y en mi interior me resulta imposible evitar sentir el fuego de la rabia, notar sobre mi propia piel los latigazos de la tortura a la que Eleanor se verá sometida más tarde…

miércoles, 8 de junio de 2011

7.

- Aquí tienes amigo… Eleanor aparece con mi petición en las manos, sobre un sucio plato. Lo coloca sobre la barra con sumo cuidado, en una actitud absolutamente servil pero al mismo tiempo natural, cotidiana, como si no supiera hacer las cosas de otro modo… como si la hubieran enseñado a fuerza de golpes a mantener ese rictus esclavo. Acto seguido se vuelve con un pequeño respingo y los ojos húmedos, enrojecidos, las lágrimas intentan romper la barrera de lo obvio, como una sutil llamada de atención, y brotar desbordadas sobre sus carnosas mejillas. Ha sido humillada una vez más, tratada como un perro, igual que en tantas otras ocasiones, ocasiones que puedo ver claramente como se observan los círculos concéntricos en el tronco de un árbol cortado. ¿Cuál es el generador de ese sufrimiento perpétuo? ¿La válvula de su desesperación que se abre tan habitualmente? No hace falta ser un lince; asomado por la ventana de la cocina se encuentra su marido, pareja, compañero o verdugo, observándola con despreciable desdén, disfrazado de retorcida marioneta infernal con un delantal grasiento…

miércoles, 1 de junio de 2011

6.

- Eleanor, por favor, serías tan amable de servirme una hamburguesa doble? No sólo vivo de whisky…
Mi sonrisa es forzada, y la despliego de manera condescendiente, ofrecida casi como una mínima limosna.
- Por supuesto, 5 minutos amigo!- responde solícita, cambiándole el semblante a peor cuando se da la vuelta y se dirige a la cocina… ¿En qué nido de infectas cucarachas me he metido? Fusilo con una rápida mirada a los todos y cada uno de los presentes en esta siniestra caja de suciedad y se me antoja que parecen muertos soñando con la vida, caras lánguidas y almas grises bebiendo sus cafés, comiendo ávidamente sus desayunos, masticando con la boca abierta sus miserias y escupiendo al suelo todas y cada una de sus ilusiones de un salivazo negro, denso y pegajoso… ¿acaso valen algo, siquiera un mísero centavo todas esas vidas juntas? Deseo con toda mi alma no volver a verles jamás, aunque seguramente algún día, no demasiado lejano nos encontremos todos en el mismo infierno. Un infierno que estará repleto, doy fe… no me apetece arder sólo.