miércoles, 8 de junio de 2011

7.

- Aquí tienes amigo… Eleanor aparece con mi petición en las manos, sobre un sucio plato. Lo coloca sobre la barra con sumo cuidado, en una actitud absolutamente servil pero al mismo tiempo natural, cotidiana, como si no supiera hacer las cosas de otro modo… como si la hubieran enseñado a fuerza de golpes a mantener ese rictus esclavo. Acto seguido se vuelve con un pequeño respingo y los ojos húmedos, enrojecidos, las lágrimas intentan romper la barrera de lo obvio, como una sutil llamada de atención, y brotar desbordadas sobre sus carnosas mejillas. Ha sido humillada una vez más, tratada como un perro, igual que en tantas otras ocasiones, ocasiones que puedo ver claramente como se observan los círculos concéntricos en el tronco de un árbol cortado. ¿Cuál es el generador de ese sufrimiento perpétuo? ¿La válvula de su desesperación que se abre tan habitualmente? No hace falta ser un lince; asomado por la ventana de la cocina se encuentra su marido, pareja, compañero o verdugo, observándola con despreciable desdén, disfrazado de retorcida marioneta infernal con un delantal grasiento…

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